La definición específica sería “ecología del miedo”, pero si nos expresamos de un modo más prosaico, podremos describirlo como “si el lobo te echa el ojo incisivamente, corre y no mires atrás”.

Permanecer en grupo es una estrategia habitual en especies presa, cuántos más ojos y oídos permanezcan en alerta, con mayor antelación responderán ante una amenaza.
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La interdependencia entre especies presa y los grandes depredadores, en este caso con nuestro lobo ibérico, provoca un impacto directo sobre las poblaciones de hervíboros, su principal fuente de alimento. Pero también se conocen otras implicaciones indirectas. Que te quieran comer modifica el comportamiento hasta el punto de contribuir al equilibrio en el conjunto de los ecosistemas.
Cuando las poblaciones de consumidores vegetales se descontrolan, su incidencia compromete la regeneración de las distintas comunidades botánicas iniciando procesos de rarificación o desertificación. Ramonear en condiciones de tranquilidad permaneciendo de forma reiterada y abusiva en los mismos espacios, ayuda a acelerar estos procesos de deterioro.
Apréciese como en la huida giran 180º los pabellones auditivos y como los ojos a ambos lados de la cabeza (estrategia evolutiva de especies presa) les permite observar en un radio de 180º, o dicho de otro modo, están mirando hacia atrás.
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El lobo no solo regula numéricamente a ciervos, corzos y jabalíes, también contiene la expansión de enfermedades y contribuye a la mejora genética extrayendo individuos que no reúnen cualidades para producir descendencia.
La presencia del lobo favorece el factor natural del miedo con todos los beneficios que supone para la biocenosis. Son tantas las bondades, que hasta el naturalista se ve recompensado . Durante las esperas destinadas a la observación turística de lobo, en ocasiones, el éxito depende de prestar atención al comportamiento temeroso y elusivo de las agrupaciones de ciervos, es entonces cuando resurgen excelsos cánidos celosos de su intimidad entre la vigorosa espesura que ellos contribuyen a mantener.
Ventear el aire es el tercer sentido imprescindible si no eres capaz de detectar por otros medios que está ocurriendo en el entorno inmediato.
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«Intuimos, apenas apreciamos el movimiento, nuestra visión deficiente nos obliga a ventear el aire. La vida pende del acierto y dirección de la amenaza. Los sentidos radian a derredor, la muerte se asocia en manada y se pertrecha de colmillos y atlética; nada pasa desapercibido. Tensamos el movimiento y la huida salta como resorte. Solo esperamos que la carrera no termine en persecución y nuestro músculo trinchado bajo poderosas carniceras. El fin de un instante, perpetúa la continuidad.»
Lobisome Naturaleza.
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