
De nuevo, una campaña más, nos recluimos en una ínfima porción de tierra ígnea ganada al mar en el Archipiélago Chinijo, en concreto, el cráter desplomado sobre el oceáno que representa Montaña Clara.
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La experiencia ya la vivimos con anterioridad (ver entrada del blog http://www.lobisomenaturaleza.es/petrel-por-lobo-y-volcanes-por-sierras/) las condiciones adictivas de habitabilidad darwinianas, como apasionados naturalistas, te empujan a repetir las sensaciones ilusorias de pisar un planeta inalterado y salvaje, aunque esto último, ciertamente, es lo más parecido a la realidad en esta preciosa isla atlántica.

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El Petrel de Bulwer (Bulweria bulwerii), objeto de la tesis doctoral de Marta, volvió a acaparar todo la la atención y esfuerzos, pero también, una pequeña parte de la población de pardela cenicienta (Calonectris diomedea) presente en la isla estaba sujeta a seguimiento junto al accidental anillamiento de Paiño común (Hydrobates pelagicus). Novedades como la presencia de algún ejemplar de pardela de Cabo Verde (Calonectris edwardsii) y las vocalizaciones y fugaces observaciones en vuelo de pardela chica (Puffinus assimilis), gratificaron aún más las estancias nocturnas.
No existe ser alado que se libre de la hostilidad de los eleonora. En este caso, torturando a un “guirre”.
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Escenas de una vida de vértigo.
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Los trios aéreos son frecuentes durante los «displays».
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Pero, la debilidad personal absoluta son los coloniales y feroces halcones de eleonor (Falco eleonorae) o “aletas” (como lo denominan los canarios). La atracción es inmediata al observar sus vuelos simultáneos de hasta 35 ejemplares, sus juegos aéreos de acrobacia inverosímil, sus ornitófagas ofrendas y cópulas estrepitosas; la agresiva territorialidad ante la presencia del raudo y compacto halcón de tagarote (F. p. pelegrinoides), (con derribos en grupo espectaculares) o hacia los cuervos canarios (C. c. canariensis), que en sus incursiones piratas desde la isla de La Graciosa, ponen en modo ataque a los irritables guardianes. Todo es belleza salvaje en estos esbeltos rejoneadores de la cresta volcánica.
Secuencia de una cópula en la que la hembra termina remontando el vuelo con su obsequio seductor entre las garras. Está comprobado que la gastronomía es el recurso de todo macho con éxito ;-).
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Morfo melánico de eleonora. Atuendo con el que confundir por la pasarela volcánica.
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1.- Baño de arena a la izq. y dcha. posadero de halcón de eleonora.
2.- Nido y puesta de halcón de eleonora junto a restos de presas passeriformes.
3.- Comparativa para mostrar la similitud de los restos de la alimentación ornitófaga del halcón de eleonora. Izq. restos de un cuerpo de cernícalo común (Falco tinnunculus dacotiae), dcha. restos de un cuerpo de petrel de bulwer. De hecho, constatamos que posiblemente el petrel de bulwer sea intensamente predado por los halcones a su llegada migratoria debido a la presumible escasez del flujo migratorio de sus presas habituales en fechas tempranas. Recogidos los cadáveres en las playas para su análisis, no volvieron a encontrarse avanzada la etapa reproductora.
4.- Restos de varios individuos de cernícalos comunes (Falco tinnunculus dacotiae) y cucos (Cuculus canorus) recogidos en distintos nidos de eleonora.
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El cono volcánico de la isla representa en sí misma el segundo bastión halconero del archipiélago con alrededor de 100 parejas (EBD 2012). Son en sus paredes atormentadas por el mar, en sus abrigadas y ásperas oquedades o en el fondo de la garganta donde el fuego hace siglos irrumpió de las profundidades, donde los fieros cazadores de aves migratorias asientan sus huevos, alimentan a sus gallardos pollos o reposan del rugido incesante del viento oceánico. El hábitat de nidificación es igual de violento que el impacto de sus implacables garras en los pávidos paseriformes.
Atalaya del feudo eleonora.
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“Perrita” (denominación canaria) o adulto de petrel de bulwer.
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Pardela cenicienta. Belleza en tierra, mar y aire.
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El mar y el aire tienen como nexo de unión a las pardelas…nos rendimos ante la belleza de estas aves.
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“Pardelario”. Reuniones sociales de pardelas que no se han reproducido. Los “conversaciones” nocturnas son ensordecedoras.
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Al igual que nuestra especie fetiche que es el lobo, los eleonora practican una caza estratégica en parejas, obligan a volar a los exhaustos pajarillos que reposan momentáneamente en tierra firme tras sus ímprobas migraciones, de tal modo que uno realiza esta labor y el otro que permanece en altura, asesta certera y mortalmente su agudeza visual. Mosquiteros, zarceros, currucas, alcaudones, lavanderas, ruiseñores, papamoscas y hasta codornices representan el nada rutinario menú alado de tan hermosos comensales. Llegan a ser tan cuidadosos con esto de la alimentación, que mantienen a sus presas vivas en \»despensas\» (anejo al anido) cuando exceden la capacidad de ingesta de sus pollos. Sus maravillosas aptitudes no solo quedan en estos detalles, ellos también practican esto de la migración ruteando el mediterráneo hasta arribar en Madagascar nada menos. Desde luego, si se pudiera elegir reencarnación y si ésta se produjera, elegiría ser halcón de elonor ;-).
Son los volcanes quienes custodian la noche bajo la guía luminosa del astro lunar.
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Paradisíaco escenario de un rincón salvaje del planeta. Costa sur de Montaña Clara con los volcanes de la isla de «La Graciosa» de fondo.
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La diversa vida de este soberbio entorno marino, tanto nocturna como diurna, está obligada a dotarse de poderosas garras y picos, amplias envergaduras y recias plumas, visiones binoculares y nocturnas…a continuación algunos ejemplos fotográficos:
Uno de los dos únicos representantes del “guirre” (N. p. majorensis) en el archipiélago Chinijo.
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1.- Recuperación de anilla de un petrel de bulwer en conciciones, un tanto incompletas…
2.- Anillas de palomas mensajeras probablemente depredadas por halcón tagarote o de berbería.
3.- Pollo de pardela cenicienta posiblemente depredado por cuervo canario.
4.- Individuo de petrel de bulwer recuperado con una anilla de hace 17 años. La longevidad de las aves marinas es proverbial.
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Las zambullidas pescadoras del “guincho” (Pandion haliaetus) en las tumultuosas aguas de la costa, embargaba la atención de todos los presentes.
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«Guincho» huyendo del hostigamiento habitual por parte de las gaviotas.
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Pardela de Cabo Verde. ¡Toda una sorpresa!
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El perseguido por todos cuervo canario, y por ello, en peligro de extinción.
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En definitiva, uno siente el impulso incontenible de despojarse de la vida confortable y rutinaria, de prendas y costumbres; dedicarse a la pesca y al baño frío en los “jameos”; omitir la escasa civilización navegante; dejarse largos cabellos y poblada barba; sustituir la pastilla de jabón por la pátina de sal y arena; abandonarse al tiempo detenido del tiempo; al brumoso alisio balsámico… al filo meditativo del acantilado marino con su infinitud y el garabateo aéreo halconero…al resplandeciente firmamento al coro de las pardelas.
“Juancho” (G. a. atlantica), nuestro compañero de fatigas sedientas abrevando el agua dulce derramada.