Vida y muerte en la Sierra de la Culebra, Zamora.

Gavilán

Gavilán con su presa recién capturada. Lobisome Naturaleza.

Arropado por un manto de niebla en la tranquilidad del hogar, en la confortable tibieza de temperatura y sosegada lectura, ajeno a los vaivenes rudos y palpitantes de la vida exterior, de improviso, tan privilegiada condición, es alterada por un metálico impacto y estentórea vocalización. Mi atención se asoma a la transparencia de la ventana con el sigilo de un felino al acecho, consciente de que un brusco movimiento podría perturbar el escenario de un fatal desenlace. Y, efectivamente, habitar en plena naturaleza ofrece espectáculos inesperados de tremenda belleza y dramatismo. La acerada y profunda mirada acaramelada del ejecutor, coincidió con la otra y perpleja aguamarina que es la mía; yo consciente del encuentro, él sospechando y clavando su atención ante aquel material de reflejos, arremetido sobre su presa ya inerme. ¡Que ingieneria construida en pluma!, ¡que estampa de virtuosidad depredadora!, ¡que sublime imagen de contienda vital!, ¡cuanta vida sale airosa de la que se pierde!. La impetuosa y ya experta juventud del gavilán reduce en alimento al incauto gorrión entrado en madurez. La escena terminó en huida hacia el comensal desplumadero, y presas quedaron mis emociones absortas en el palco de comodidades.

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