
Preciosos ejemplares mostrando el dorado pelaje invernal.
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*Las imágenes que mostramos en esta entrada han sido tomadas bajo condiciones de servicio. No engañamos generando falsas expectativas mostrando al lobo mediante fotografías tomadas en cebaderos atraído con piensos y depósitos cárnicos con fines turísticos, ni captadas desde vehículos 4X4 en zonas altamente sensibles o de animales en cautividad como los que se exponen en el centro del lobo en Robledo (Zamora).
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Entre los meses de enero a marzo, los elegidos se desvelan entregados al cortejo y a las cópulas. Los aullidos producidos por los machos atalayados, se trasmiten con dificultad debido a la pesada y gélida atmósfera nocturna, tratando con ellos de advertir donde se encuentran sus dominios “maritales” para que otros aspirantes no tengan la ocurrencia de flirtear con la consorte, y todo ello, a pesar incluso, de que la monogamia reduzca ese riesgo por medio de la fidelidad.
Como es sabido, los excrementos son el recurso que usan los lobos para el marcaje olfativo y visual. La mayoría los acumulan junto a cruces de caminos y cortafuegos (vías de comunicación que suponen un ahorro energético en el desplazamiento) asociándose a puntos de referencia evidentes como promontorios y arbustos aislados. Estos excrementos situados en posiciones elevadas, actúan potenciando visualmente los límites del territorio y, el gradiente de olor, ayudaría a reconocer olfativamente los bordes del mismo. La tarea de los apuestos machos en estos momentos de flirteo y acusada territorialidad, es afanarse en identificar marcajes ajenos a su comunidad, reponiendo los “hitos” en reivindicación de sus predios.
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Probable hembra recabando información olfativa de algún marcaje sobre la vegetación.
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La etapa del celo suele ser muy variable, pudiéndose adelantar o atrasar en función de ciertos factores relacionados con las condiciones climáticas y por la mayor o menor abundancia de alimento. Durante esta fase, normalmente el macho y la hembra dominantes se aíslan del resto de curiosos para entregarse por completo al acto reproductivo. En los campeos de la encelada pareja, se suele invertir el orden de la marcha en el desplazamiento, el macho embriagado por las partículas hormonales de la hembra camina detrás suya, mientras que en el resto del año suele ocurrir lo contrario. El ciclo estral en las hembras se produce una vez al año (a diferencia de los perros que son cada 6 meses) por un espacio de 20 días, y tras 63 días de gestación, entre abril y junio, se producen los partos.
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Instante entregado al cortejo mediante la persecución lúdica.
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En la Sierra de la Culebra, territorio poco frecuentado por el hombre, las futuras madres lobas eligen año tras año los mismos lugares para criar, normalmente junto a cursos de agua y practicando apenas una somera excavación sobre el terreno entre espesas formaciones de brezo y carquesas. Esta vegetación por su tipo de crecimiento, forma una red de galerías cubiertas por el ramaje ofreciendo refugio y fácil huida. En ocasiones, ahorrando mayores esfuerzos con mejores resultados, pueden llegar a aprovechar madrigueras de tejón y abrigos entre las rocas.
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En sus desplazamientos recorren distancias sin esfuerzo, el «trote lobero» es de los más eficiente.
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Enhorabuena por tu trabajo Carlos, por tus textos e imágenes, por tu iniciativa e ilusión quinceañera por atalantar lo vivo. Grande maestro.
¡Ese etnobótanico de renombre!
Gracias Álvaro por tus halagos, espero que pronto podamos compartir experiencias en las tan agradables actividades que organizas.
Abrazos!